¿Qué hacer cuando un niño pega a su madre o a su padre? Claves para entender y actuar desde el respeto
En determinadas situaciones, algunos niños —con o sin autismo— pueden presentar conductas agresivas, como pegar a sus padres. Aunque esto puede resultar muy angustiante para la familia, es fundamental entender que estas conductas no ocurren porque el niño “quiere hacer daño”, sino porque está intentando comunicar algo o responder a una necesidad que no sabe gestionar de otra forma.
Comprender el origen de la conducta agresiva
Cuando nos preguntamos qué hacer cuando un niño pega a su madre o a su padre, el primer paso no debe ser centrarnos solo en la conducta en sí, sino en lo que la está provocando. Muchos niños dentro del espectro autista presentan dificultades de comunicación, autorregulación emocional, habilidades sociales o impulsividad, lo que puede derivar en comportamientos desafiantes si no encuentran otra vía para expresarse.
Por ejemplo, un niño que no sabe cómo pedir ayuda, puede gritar o golpear para obtener atención. En otros casos, una situación de sobrecarga sensorial, como un supermercado lleno de gente y ruido, puede generar una respuesta agresiva como forma de escapar del malestar.
Del “por qué” al “para qué”: el análisis funcional de la conducta
En lugar de centrarnos en el “¿por qué lo hace?”, es más útil plantearnos “¿para qué lo hace?”. En otras palabras, ¿qué consigue el niño con esa conducta?. Este enfoque es clave en el análisis funcional de la conducta, una herramienta ampliamente utilizada en la intervención en autismo.
Algunos ejemplos:
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Si el niño pega a su madre en el supermercado y luego obtiene una chocolatina, es probable que esté utilizando esa conducta para lograr algo que desea (refuerzo positivo).
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Si grita o golpea cuando se le pide hacer una actividad no deseada, tal vez busca evitarla (refuerzo negativo).
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Si actúa de forma agresiva y consigue que lo dejen solo, puede estar intentando escapar de una situación que le resulta estresante.
¿Cómo intervenir?
Una vez comprendido el propósito de la conducta, es posible diseñar una intervención respetuosa y eficaz. Algunas estrategias clave incluyen:
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Comunicación aumentativa: Enseñar al niño formas alternativas de expresar lo que necesita, como el uso de pictogramas, lenguaje de señas, o dispositivos de comunicación.
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Refuerzo positivo: Reforzar conductas adecuadas en lugar de centrarse solo en castigar las inadecuadas.
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Anticipación y estructura: Reducir la incertidumbre y los cambios imprevistos mediante rutinas claras y apoyos visuales.
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Modelado y entrenamiento emocional: Enseñar habilidades para identificar y expresar emociones de forma apropiada.
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Colaboración profesional: Contar con el apoyo de un especialista en análisis de conducta aplicado (ABA), terapeuta ocupacional o psicólogo con experiencia en autismo.
Empatía, no castigo
Es comprensible que las conductas agresivas generen frustración, pero el enfoque punitivo rara vez da resultados duraderos. La clave está en comprender, no en castigar. Cada conducta tiene una función, y acompañar al niño con paciencia y herramientas adecuadas es lo que permitirá un verdadero cambio.
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